Etapa 1. Roncesvalles – Puente de la Reina
Al pie de una señal que indica 790 km para Santiago nos convertimos definitivamente en “bicigrinos”. Luego suceden acontecimientos fascinantes a toda velocidad; atravesamos colinas embarradas, bosques, riachuelos, y serpenteantes senderos en una etapa impregnada de naturaleza pirenaica. Lugares donde los amantes de este deporte podrán experimentar sensaciones intensas y poner a prueba su destreza sobre la bicicleta.
Durante los primeros compases de la etapa atravesamos una hilera de entusiastas peregrinos que comparten el sentimiento del “Buen Camino”. Forman una comunidad andante y contagian la sensación de pertenencia a un colectivo. Aquí no hay abogados, ingenieros, mecánicos o panaderos. La condición social parece diluirse en el camino para dar paso a una identidad peregrina que todo lo contagia de buen ambiente, cordialidad y solidaridad entre aquellos que cruzamos nuestras historias en estos escenarios por donde discurre la vida y nuestras tradiciones. Los primeros kilómetros de esta etapa rompe piernas se convierten en una oportunidad para testar nuestra condición física. Siempre podemos optar por realizar tramos por carretera en previsión de evitar excesos y como consecuencia lesiones, pero sin lugar a dudas, merece la pena descubrir los parajes y sorpresas que aguardan al peregrino en cualquier punto del camino. Tardamos unas horas en descubrir que estábamos rodeados de fuentes de agua por todas partes, y eso supone que ya no tendremos que comprarla en adelante.
Encontramos varios grupos de “bicigrinos” junto a los que compartimos palabras de ánimo e ilusión. Nos sorprendió ver un perro de raza Gran Danés haciendo el camino junto a su amo “bicigrino”. Llamaba la atención que al enorme animal no le supusiera esfuerzo seguir el ritmo de su patrón.
El segundo tramo del día cubre la distancia entre Pamplona y Puente de la Reina con el primer puerto de montaña reseñable “El alto del perdón”. Acusamos el cansancio del tramo matutino. Tras varias vicisitudes decidimos terminar la etapa por carretera y bordear el puerto de montaña, causándonos gran pesar haber obviado este bello paraje del camino. Esta decisión que nos invitó a reflexionar sobre los contratiempos que acechan al “bicigrino”, que en algunos casos nos obligarán a tomar rutas alternativas, acortar etapas o tomar otro tipo de decisiones. En todo caso, y para respetar unos periodos mínimos de descanso, disfrutar de las gentes, pueblos del camino, encontrar un alojamiento adecuado, etc. Puede ser útil establecer una hora de llegada que nos deje un margen razonable para turismo, ocio, descanso, buena alimentación, etc. En todo caso existen otros factores como la condición física o las motivaciones que muevan a cada persona en particular. Es por ello que once etapas en las que circulamos predominantemente por caminos resulta una agenda un poco apretada para aquellos que gozamos de unas condiciones intermedias, máxime cuando debemos prever acontecimientos inesperados que pueden retrasar nuestros planes.
Nuestras piernas, al límite, agradecieron el progresivo descenso por carretera. Encontramos un paisaje que nos recordó al viejo fondo de escritorio de Windows. ¿Alguien lo recuerda?
Entre estos pensamientos, la satisfacción de una buena cena, y mucho barro en nuestras burras discurrió el primer día en el camino que nos dejaba ochenta kilómetros más cerca de Santiago. Otra sugerencia, no olvides llevar líquido para engrasar la cadena.
2ª ETAPA. PUENTE DE LA REINA-LOGROÑO
El alba nos saluda con música de ruiseñores y otros pajarillos. Con este panorama la alegría brota espontánea. La mañana se antoja un buen momento para el intercambio de opiniones y expectativas, pero todo se disuelve en un repecho durísimo que nos deja sudando a veinte minutos de la salida. Las molestias son una constante y decido hacer algunos kilómetros por carretera para aliviar mis doloridas articulaciones.
De pedales a Viana esperan colinas interminables que nos obligan a descansar cada pocos kilómetros. Llevamos como referencia el libro de Juanjo Alonso “Capitan Pedales” una guía práctica de este autor entusiasta del camino, equipaje útil en las alforjas de muchos “bicigrinos” aunque a veces impreciso. Mi compañero advierte que en esta zona existen tramos muy complicados para la bici, y decidimos seguir por el asfalto. Nos aguarda un gran momento del camino cuando conocemos a nuestro amigo Álvaro, una máquina sobre ruedas que ha recorrido ciento treinta y tantos kilómetros desde Roncesavalles en un solo día, y que se convertirá en compañero peregrino con quien pasaremos buenos momentos. Oscurece el viernes santo a las puertas de Logroño, no sin antes llevarnos otro susto, sufro ¡La pájara! que convierte cada uno de los metros restantes en una distancia infranqueable, y sin un triste caramelo para llevarme a la boca, sobran las moralejas.
La Semana Santa y nuestra despreocupada falta de previsión casi nos dejan sin alojamiento en la ciudad, cuando milagrosamente conseguimos hostal gracias a una cancelación de última hora. Todavía hubo tiempo para otro susto; una ambulancia en servicio prioritario me dejó aprisionado contra un muro doblando el manillar de la bicicleta contra el abdomen. Tras unos minutos de angustia y la intervención oportuna de unos transeúntes salí ileso del accidente. Todo terminó con unas buenas tapas riojanas y una sesión de cremas y estiramientos. Tantos contratiempos, el agotamiento, y la sombra de una lesión mermaron mi actitud optimista habitual. Durante unas horas surge el fantasma de la continuidad puesto que a las complicaciones del momento se suman fuertes dolores en el talón de Aquiles y algunos problemas mecánicos en la bicicleta. Pero la buena marcha de mi compañero y la decisión de tomarnos una etapa de recuperación me animan a sobreponerme. A la mañana siguiente doy por superada una de las etapas más complicadas desde el punto de vista anímico y me pongo a dar pedales.
Tercera etapa. LOGROÑO- AZOFRA
Es una maravilla levantarse sin prisas y disfrutar de los servicios que ofrece la ciudad. Llevé la bici al taller. Recuerda que hay talleres en casi todos los pueblos ¡pregunta siempre por los precios! Compré unos tenis que solucionaron mis problemas en el talón de Aquiles, tomamos un buen desayuno y pasamos por el banco. Una vez saciados de servicios volvimos a perdernos por los caminos que atravesaban la inmensidad de los viñedos riojanos, toda una suerte de materia prima de esta fértil región.
Esta etapa nos brindó la estampa de paisajes riojanos, pintorescos pueblos y caldos de guardar. Avanzamos por pistas y senderos con la tranquilidad de sabernos llegados a la meta. Desde este enfoque la experiencia se digiere de otra manera, con la seguridad de que lesiones y sobrecarga acabarán por darnos una tregua.
Entre suaves repechos y descensos atravesamos la campiña riojana. Estos paisajes me evocaron recuerdos de la tierra de los Hobbies en la pluma de Tolkien. Tierra donde la viña es telonera de cualquier accidente geográfico (pueblos, montañas nevadas). Algunos entendidos definen el camino de Santiago como “una de las mejores rutas vitivinícolas de todo el mundo”. Nájera nos vio pasar. Tomamos unos bocadillos para abaratar costes, y abandonamos el pueblo por un repecho durísimo. Tras treinta y ocho kilómetros donde sorprendieron algunas potentes ráfagas de viento que nos obligaron a pedalear incluso durante los descensos. Al fin terminamos una etapa en un horario prudente, lo que nos permitió aprovechar el tiempo para atender necesidades aplazadas.
En Azofra pernoctamos en el albergue público, un lugar que recomendamos por la limpieza, funcionalidad y habitaciones dobles que procuran un descanso de mejor calidad que los albergues al uso. Ya estábamos más cerca de ganarnos la Compostela.
Cuarta etapa. Azofra—Burgos.
Salimos de de Azofra por unas pistas agrícolas que amanecieron convertidas en barrizales. Las ruedas aglutinaban todo el fango inimaginable. Tal era la magnitud de la capa de barro que bajo nuestra mirada los componentes se fusionaban con el suelo en una misma textura. Era sorprendente ver como el fango acumulado en las cadenas, llantas y las gomas drenaba en cantidades ingentes, y aún así nuestras bicis funcionaban. Fue una gran oportunidad para testar la capacidad de nuestras bicicletas de montaña y disfrutar de la experiencia de avanzar sobre una superficie diferente. De repente ya estábamos allí, en el camino, olvidados de la tediosa rutina pero nostálgicos de las gentes que apreciamos y queremos.
En estas circunstancias, y en el plano personal sobreviene una fase personal más introspectiva, donde cada tramo del camino se convierte en un verso del poema que siempre imagino recitando mi historia. ¿Qué difícil situar los sentidos en el presente? Qué fácil parece detenerse la ocurrencia para complicar lo obvio y que difícil se me hace repasar los elementos de la comunicación para conducir los diálogos a lugares fértiles. Me gusta sentir los pensamientos fluir como el torrente del río acaricia sus meandros. Después me tiré una hora cantando.
Un ascenso lento y progresivo nos acercó a Santo Domingo. A veces pedaleaba con mi compañero peregrino y otras peregrinábamos cada uno a su propio ritmo. Fantástica estampa la de Santo Domingo, causándonos gran pesar no disponer de tiempo para disfrutar de la apretada historia de este lugar. De haberlo sabido antes, con toda seguridad hubiéramos hecho un esfuerzo para pernoctar en este acogedor pueblo de Santo Domingo de la Calzada.
… Y más pedales hasta atacar el menú del día. Que ricas comidas y vinos… que tedioso pedalear con la panza llena.
Otro momento especial nos sorprendió en La Pedraja (Villafranca de los Montes de Oca). Tomamos un descanso donde recordamos los comentarios sobre la dureza de este puerto por parte de algunos “bicigrinos”, y sin duda, la montaña hizo honor a su fama. Una subida vertical de unos cuatro o cinco kilómetros durísimos donde no abandonamos por un momento al más grande de nuestros piñones, la más pequeña de nuestras catalinas ni la tensión permanente de nuestros pies sobre los pedales. Estas escenas definieron en mi memoria recuerdos inolvidables. Una rampa para sufridores de la bicicleta seguida de un descenso espectacular por un cortafuegos vertical. Agradecimos la ausencia de lluvia durante los últimos días porque aquel descenso que nos enviaba a Castilla tenía toda la pinta de convertirse en un barrizal impracticable al caer cuatro gotas.
Realizamos un bello descenso hasta San Juan de Ortega, donde nos refrescamos y debatimos si continuar la etapa. Finalmente en un esfuerzo por llegar a Burgos, y atravesando el conocido pueblo de Atapuerca, terminamos la jornada por carretera entre la luz de las farolas. Otro día donde el exceso sólo era compensado por la distancia arrebatada a las sendas del camino. Además una nueva complicación sobrevenida, insensibilidad en los dedos de las manos. Agotados fuimos rescatados por nuestro amigo Álvaro, quien nos buscó un buen hospedaje. Siete Colacaos sellaron mi sueño.
QUINTA ETAPA BURGOS- FROMISTA
Visita al médico. La insensibilidad de los dedos surge como consecuencia de pasar muchas horas sobre la bicicleta manteniendo la misma postura, otra consecuencia del exceso y la ignorancia. La prescripción médica pasa por tomar medicación, intentar modificar la postura ayudado por unos cuernos, y pasar menos horas sobre la bicicleta. Todavía dos meses después de terminar el camino persisten las secuelas de la insensibilidad en una de las manos por lo que a pesar de no ser una lesión aparatosa conviene prevenirla.
Comenzamos la etapa muy tarde, tras sellar en la catedral de Burgos, pero ancha es Castilla y sus terrenos son favorables para la marcha del cicloturista. Algunos valles y colinas nos adentran progresivamente en la meseta. Nos detenemos en Fromista, otra vez, con la noche pegada a los talones, pasamos la noche en un albergue entre pedos y ronquidos de los más variopintos peregrinos. ¡Viva el Camino!
Además un texto sugerente a la puerta de un cementerio. "Yo que fui lo que tu eres tu seras lo que yo soy"
SEXTA ETAPA FROMISTA- LEON
La distancia más larga que jamás recorrimos sobre las dos ruedas. Ciento veinte kilómetros de dura aventura para rematar con las más ricas cañas en el barrio del húmedo. Siempre me gustó la ciudad de León y su gastronomía… Y otra vez con la noche en los pelos del culo. Llegábamos a lo que se puede considerar el ecuador del camino. Paradójicamente la etapa más larga es la que menos palabras me inspira, y es que áridos fueron mis pensamientos por Castilla.
SEPTIMA ETAPA LEON-ASTORGA
Desde hace días nuestro trabajo consiste en pedalear. Desayunamos churros y visitamos el magnífico templo de la catedral de León. La salida de León se convierte en un laberinto interminable para el “Bicigrino”. Confundidos entre las diferentes alternativas que nos brinda el camino nos separamos durante quince o veinte kilómetros. Finalmente llegamos a Villadangos donde almorzamos contundentemente en el hostal “Casa Celso” “Gracias por vuestra amabilidad”, que unos días después sería padre de su segundo hijo “Marcelo”. La “Bicigrina” Sofía nos devuelve al “buen camino”, y nos deja en la senda de lugares pintorescos.
Esencial hacer los últimos kilómetros por las espectaculares pistas que atraviesan unos bosques que nos dejarán en otro punto emblemático del camino “La Casa de los Dioses” un punto de referencia para reponer fuerzas.
Otra vez al taller de bicicletas, y es que cuando no es una cosa es la otra. Estamos en el pueblo maragato pero el calor reinante no invita al típico cocido del lugar. Pasamos la noche en el albergue “Siervas de María”, punto de partida de muchos peregrinos. Reina un ambiente agradable en el lugar. Las habitaciones son para cuatro personas y el trato de los hospederos exquisito.
OCTAVA ETAPA ASTORGA- VILLAFRANCA DEL BIERZO
Regresan las etapas de montaña con la famosa subida a la Cruz de Hierro. Primero la aparición de una pequeña y agradable ermita donde prendí una ilusión y ofrecí el peregrinaje a la memoria de mis queridos abuelos; Martín Aguiar Martín y Nélida Rodríguez Rodríguez, y donde me prometí a mi mismo no olvidar escribirles una biografía. Luego siguió un lento y constante ascenso hacia la cumbre visitando los pueblos maragatos donde tomamos consciencia del aumento de nuestra resistencia. Se saborea la gratificación por el esfuerzo a cada golpe de pedales, cada gota de sudor, y al sentir mis piernas cansadas, en el contexto de esta escena, puedo sentir el placer de la aventura. Bajo la famosa Cruz de Hierro dejé simbólicamente un pedrusco que me acompaño durante los últimos kilómetros del ascenso. Muchos peregrinos dejan aquí una parte de su carga. Vimos fotos de seres queridos, peluches, un paraguas… Es un lugar en el camino donde queda algo de lo que fuimos y sigue el peregrino que de alguna forma siempre somos.
Visitamos la guarida de los templarios resucitados, y disfrutamos de las alturas conquistadas. El templario nos habla de la dureza del invierno y nos recomienda un fabuloso pueblo para almorzar. No dejes de pedir permiso para ir al baño, te sorprenderá.
Siguió un vertiginoso descenso por carretera donde aprovechamos para descansar las nalgas, realizar algunos estiramientos y disfrutar de la brisa contra el rostro. Así que dejándonos llevar por la senda asfáltica divisamos Molinaseca. Agotados nos sentamos en una terraza frente al río donde en lo personal me embargaron las sensaciones más placenteras del camino. Un magnífico menú del peregrino con su trozo de pan y su litro de vino. De postre un jardín a la ribera de un río y la siesta al agradable abrigo de los rayos del sol.
Retomé el camino harto como un botijo, eructando en las curvas y sacando el buche en los repechos. Adormecido y cansado tan siquiera asomó el interés más que por llegar a cualquier destino donde descansar, cruzando Ponferrada y apenas lanzando una mirada a los monumentos en donde se esconden batallas y leyendas de Templarios. Así rodamos hasta Villafranca del Bierzo donde encontramos albergue y como siempre peregrinos gustosos de compartir experiencias y pensamientos. Sin duda la esencia del camino se vive en los albergues aunque el buen descanso sólo se encuentre en los hostales.
Una región incluida en mi lista de lugares por descubrir y disfrutar. Que bellas y variadas son las tierras de León.
NOVENA ETAPA VILLAFRANCA DEL BIERZO- TRIACASTELA
Segunda etapa de montaña consecutiva. De manera lenta y progresiva vamos ganándole terreno a la montaña que nos ha de adentrar en Galicia. La humedad de la montaña, el sonido de los riachuelos, y el acento de los lugareños son la ineludible señal de la Galicia mágica y profunda. Entonces animo a mi amigo Féliz Pérez a que me cante algo en gallego, y casi puedo sentirle el sentir en el encuentro con su tierra. A duras penas vamos ganando terreno al asfalto.
Durante los últimos metros de la ascensión siento un fuerte pinchazo en la rodilla que me obliga a bajar de la bicicleta a lo largo de algunos kilómetros. Pero por suerte casi hemos hecho cumbre y el resto de la jornada será en descenso. Un poco de nieve refleja en la parte más alta de la montaña y aprovechamos para sacar la foto que no puede faltar.
A la montaña le sigue un descenso vertiginoso por sendas abruptas y verticales que atraviesan aldeas de la Galicia interior. Bautizo a mi compañero como “El Halcón Perezgrino” por sus descensos vertiginosos y habilidosos con la bicicleta donde según sus manifestaciones la clave reside en no frenar y tampoco pedalear.
Pese a proponernos terminar las etapas a las cinco de la tarde el entusiasmo por avanzar siempre nos lleva a un esfuerzo extra. Este tema, así como el sistema general de la alimentación (comida principal, etc.) y la gestión de las molestias o posibles lesiones entiendo que constituyen un aspecto importante de cara a conseguir un ciclo biológico adecuado para el desarrollo de esta aventura, por lo que considero importe establecer unas pautas generales con independencia de que luego puedan hacerse excepciones.
… Y nos enchufamos otro suculento menú del peregrino.
Tarde de paz y descanso, conexión con los seres queridos.
DÉCIMA ETAPA TRIACASTELA --- PORTOMARÍN
Esta etapa nos descubre el corazón y la magia de la Galicia rural a lo largo de un terreno rompe piernas con constantes repechos a colinas donde nacen multitud de riachuelos que nos acompañaran hasta los frondosos valles, atravesando barrizales y esquivando alguna vaca. Llama la atención algunas aldeas donde me embarga la sensación de pertenecer a un tiempo más antiguo. Es tan bella la aventura de atravesar estos parajes que narrarlo no llega a ser consuelo.
En lo personal fue una etapa difícil puesto que arrestaba molestias del día anterior y tuve la desgracia de pinchar una rueda durante un descenso a Puerto Marín. Acontecimiento que desembocaría en una discusión con mi compañero sobre la conveniencia o no de llevar cubierta de repuesto, y conversación insulsa de posturas enfrentadas que aún nos da para seguir discutiendo lo mismo toda vez que alguno sigue retomando el tema, baladí todo.
Un tanto desmotivado por los acontecimientos y después de entrarle a un menú peregrino volvió a sucederse otro contratiempo.
DECIMO PRIMERA ETAPA PORTOMARIN – SANTIAGO DE COMPOSTELA
Nos concienciamos para una etapa larguísima. Cubrimos a lo largo del día alrededor de 96 km. Atravesamos repechos durísimos, bosques encantados, pueblos pintorescos y multitud de iglesias donde registrar un recuerdo peregrino.
Debido a una confusión durante las nieblas al alba, pedaleamos separados durante gran parte de la mañana, salvando cada pilón kilométrico que nos recuerdaba más cerca de nuestro destino. Un día donde la climatología volvió a ser propicia para el paso de los peregrinos.
En esta texitura surgen recuerdos de los últimos dias. Pienso en los aspectos de la convivencia y en la comunicación con mi compañero de viaje y resto de peregrinos. Esto puede ser útil para mejorar rasgos de mi propia personalidad que no me gustan, como por ejemplo practicar una escucha más activa cuando tengo la necesidad de expresarme, hablar más bajo cuando me tomo un par de vasos de vino (y a veces cuando no me los tomo) o intentar que un diálogo constructivo no termine en la disputa insulsa de dos opiniones enfrentadas, bien sea por expresarme mal, usar palabras desafortunadas o sentimientos mal gestionados. Recapitulando estas ideas el Camino me ha servido para reforzar mi convicción de que la tolerancia y aceptación ante la forma de ser de los demás, el respeto y la comunicación así como la paciencia son elementos necesarios para una buena convivencia con los peregrinos y hasta con mi mujer. También me ha dicho el camino que vale más una actitud positiva, que vale más peregrinar cada día que pasar el día sentado. También me ha dicho el camino que las decisiones no las toma el peregrino sino el camino. También me ha dicho el camino que regrese y lo disfrute de otra manera, que me promete una aventura diferente aún cuando peregrine por las mismas sendas. Y también me ha dicho que no me atreva a discutir con un ignorante porque me rebajaré a su nivel y allí me ganará por su experiencia... Y le doy las gracias al camino.
La llegada al santuario. A pesar de saberme el camino vencido, me embargó una sensación de indiferencia bastante confusa. Se habla mucho de las sensaciones de la gente al llegar a la Plaza. Yo me había preguntado en varias ocasiones como serían mis sentimientos al llegar al Obradoiro . Creo que esperaba una emoción intensa y sin embargo me sentí bastante vacío e indiferente, aunque satisfecho. Otra historia y otras sensaciones más profundas me esperaban a la mañana siguiente durante la misa a los peregrinos y la visita al Santo Apóstol, ya con el cuerpo descansado y la mente más lúcida.
Cuando todo acabó pasé unos días por Galicia con Félix Pérez y Ana Pico, recuperando el sueño perdido y visitando algunos lugares de gastronomía y costumbres interesantes. Gracias por vuestra amabilidad y la de vuestra familia en Fene, de aquellos días guardo un recuerdo agradecido, pues encontrar hospitalidad y buen trato es algo que me alegra el alma.
Gracias a Féliz Pérez por cederme sus anotaciones que han sido de gran utilidad para completar el artículo, y por aguantar mis ronquidos.
He aquí un encuentro casual de con Valle Inclán.
Abril de 2010 Juan J. Aguiar