Me siento descansado, relajado, en un ambiente propicio para hipnotizar la mirada en un punto indiferente y dejar que ocurra lo inesperado desde el lugar donde concibo la existencia:
Sobrevienen los recuerdos de jornadas en la playa, pescaditos, cervecitas, mareas llenas y vacías, viejos amigos, amigos nuevos, más amigos, más personas, el recuerdo preciso de muchas caras grabadas en la memoria sin un nombre asociado. Y luego los años vividos, veintiséis, todo un cuarto de siglo. Tal vez lo justo para no saber definir la existencia y desconsolarme junto a la idea de no existir en un futuro lejano que anhelo conocer. Aún no puedo asociar mente y pensamiento, entender el secreto del origen o el milagro de los genes. Tal vez pase otro cuarto de siglo y las preguntas se conviertan en respuestas, pero más bien pienso que la experiencia no traiga respuestas bajo el brazo, sino nuevas formas de formular las preguntas en relación con el tipo de aprendizaje y la evolución de la conducta. En fin, dentro de quince años, cuando haya superado la crisis de los veinticinco, hablaré de las inquietudes y problemas que plantea la crisis de los cuarenta, y de cómo resolverlos. Hasta entonces me emplazo con la esperanza de remontar la inmediatez.
Sobrevienen los recuerdos de jornadas en la playa, pescaditos, cervecitas, mareas llenas y vacías, viejos amigos, amigos nuevos, más amigos, más personas, el recuerdo preciso de muchas caras grabadas en la memoria sin un nombre asociado. Y luego los años vividos, veintiséis, todo un cuarto de siglo. Tal vez lo justo para no saber definir la existencia y desconsolarme junto a la idea de no existir en un futuro lejano que anhelo conocer. Aún no puedo asociar mente y pensamiento, entender el secreto del origen o el milagro de los genes. Tal vez pase otro cuarto de siglo y las preguntas se conviertan en respuestas, pero más bien pienso que la experiencia no traiga respuestas bajo el brazo, sino nuevas formas de formular las preguntas en relación con el tipo de aprendizaje y la evolución de la conducta. En fin, dentro de quince años, cuando haya superado la crisis de los veinticinco, hablaré de las inquietudes y problemas que plantea la crisis de los cuarenta, y de cómo resolverlos. Hasta entonces me emplazo con la esperanza de remontar la inmediatez.
2 comentarios:
Ya eres todo un puretilla ¡Reconócelo! Eres capaz de lo más increíble y de las mayores rarezas. ¿Cómo se puede pasar todo un fin de semana muy largo sin tele pero no sin ordenador? Raro, raro... Besos y mucha suerte en todo lo que emprendas. Muuuuuuuua!
La tecnología que es la bomba. Gracias por el comentario.
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