Algunos días siento un ineludible impulso por conocer ciertas profesiones, incluso cierta obsesión por ejercerlas. Ocurre cuando percibo la injusticia y quiero ser juez, presencio alguna ilegalidad y anhelo ser policía, contemplo una vida que se marchita y surge un deseo por atesorar los remedios camuflados en la medicina. Pero lo mejor ocurre cuando observo el cosmos, y la imaginación salta como un resorte hacia mi propio universo desconocido para convertirme en biólogo de otros planetas, astronauta en la Luna de Europa o físico experto en las teorías del todo. Suelo regresar a la realidad junto a una sensación deprimente. La impotencia inoculada corre por mis venas y maldigo la ignorancia que subyace en los palacios confundidos de mi mente a duras penas terrenal. Ahora que recuerdo, también he querido ser albañil, funcionario, pescador, artesano, político, empresario… Siempre un oficio en relación con la necesidad emergente.
Hoy quisiera ser psicólogo para definir, y tal vez comprender, la dimensión humana que determina ciertas conductas de las personas; conocer sus valores, creencias y prioridades para entender sus respuestas ante ciertos estímulos en una circunstancia determinada. Penetrar en otras mentes. Quisiera ser psicólogo, y también psicoanalista, para evitar reflexiones que empiecen desde el etnocentrismo para bifurcarse por caminos de soberbia, respuestas narcisistas, valoraciones parciales, definiciones incorrectas, afirmaciones prematuras, y conclusiones apagadas. Quisiera evitar que opinar tenga el mismo significado que concluir. En ciertos momentos me gustaría aislar las emociones para escuchar mis razonamientos en un eco que se pierda por las orejas. “Tal vez por esa estupidez necesitamos ampararnos en la ciencia”. Pero no soy psicólogo ni tengo el dinero suficiente para comprar ese conocimiento, así que tendré que seguir escribiendo.
Hoy quisiera ser psicólogo para definir, y tal vez comprender, la dimensión humana que determina ciertas conductas de las personas; conocer sus valores, creencias y prioridades para entender sus respuestas ante ciertos estímulos en una circunstancia determinada. Penetrar en otras mentes. Quisiera ser psicólogo, y también psicoanalista, para evitar reflexiones que empiecen desde el etnocentrismo para bifurcarse por caminos de soberbia, respuestas narcisistas, valoraciones parciales, definiciones incorrectas, afirmaciones prematuras, y conclusiones apagadas. Quisiera evitar que opinar tenga el mismo significado que concluir. En ciertos momentos me gustaría aislar las emociones para escuchar mis razonamientos en un eco que se pierda por las orejas. “Tal vez por esa estupidez necesitamos ampararnos en la ciencia”. Pero no soy psicólogo ni tengo el dinero suficiente para comprar ese conocimiento, así que tendré que seguir escribiendo.


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