viernes, diciembre 07, 2007

Adios y bienvenidos.




Un amanecer desde el ¡Olympo! Y después de la espera, después de silencios incorruptos aunque elegantes (sólo durante los trances), después del trabajo, incluso después del amor y otras intimidades, me sobreviene la primavera, donde la naturaleza, la sociedad y mis adentros ofrecen los dividendos convenidos. La vendimia ha sido escasa pero exquisita, estoy en una dimensión temporal donde el disfrute y los deleites se elevan a un exponente sibarítico. Es obvio que los motivos no pasan por el número de lectores de este blog, ni siquiera de mis libros, ni del trabajo autómata para el que estoy entrenado, los motivos son las sorpresas que me aguardan tras la actitud desvergonzada y alegre que tengo de entender la vida, y por tanto, de aceptar mi condición en relación con el universo conocido hasta las fronteras de mi ignorancia.



Me esfuerzo en disfrutar de lo bueno antes que todo pase, y me consuelo ante las desgracias recordando que todo acabará pasando.

Atrás en el tiempo y detrás de estas reflexiones aparentemente irracionales quedan los compañeros de Tragsa. Ahora me siento inmigrante de ellos que fueron casa y escuela. Junto a las paredes de aquellas oficinas existen tantas formas de entender la vida como personajes por allí discurren, y cada uno define la existencia con su propio nombre. Para cada uno de vosotros, desde mi locura, la gratitud por contribuir a salvaguardar la libertad de expresarme (por vuestros silencios tácitos, controversias coherentes y fundamentalmente por conteneros en el límite del respeto) y desde mi cordura reconocerles la contribución a mi personalidad, sin duda más enriquecida, más sabia y más vino, más vieja, más yo. Lo demás se reduce a cuestiones incidentales, en ocasiones premiadas con el galardón del recuerdo, y más allá del tiempo en lo efímero de las sensaciones.

Allí, en el siete de noviembre de 2007, dejo clavado un abrazo, después de tantas horas destinadas a conoceros.

P.D. Aquí dejo el nombre de una canción que seguro evoca recuerdos de tranvía, risas, lágrimas y nostalgia. Porque siempre podremos volver atrás en el tiempo aunque ya no podamos cambiar lo ocurrido. “Alan Silvestri . Forest Gamp”

Juan J. Aguiar

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