jueves, noviembre 01, 2012

Después del Ocaso

En este día de todos los santos quiero dedicar estas palabras a los seres queridos que nos han ido dejando.

 Grabo a fuego los recuerdos de tu última imagen, justo en la accisa donde espacio, tiempo y dos personas nos vemos en nuestro último encuentro sin saberlo, casi al final de los latidos. Es un instante dotado de una trascendencia normalmente discreta en su presente, que cobrará importancia tras el acto intenso de la muerte,  para ser evocado puntualmente durante  el resto de mis días. Tu  memoria asociada al eco de un tono y timbre de voz únicos, a tu aroma, a la presencia de tu esencia en el ambiente. Pensar en tu inexistencia significa evocar recuerdos de cuando eras. Me encierro en pensamientos metafísicos buscando una esperanza  que te lleve a otra realidad tras el ocaso de esta vida finita, y tal vez “amén”. Brotan pensamientos que remueven emociones en la ignorancia de sus consecuencias. Tu fallecimiento me sumerge  en la añoranza e impulsa al navegar errante por el mar de la nostalgia, donde tejeré sonrisas con lágrimas, y lucharé contra una resignación que se sabe aceptada.

                Todo el silencio se inunda por el eco de una voz que viaja por la bóveda de una iglesia “si bien la distancia más cercana entre dos puntos es una línea recta, la distancia más cercana entre dos personas es el recuerdo”.

En los primeros instantes padezco la agridulce condena de recordar a los difuntos seres queridos  con un inmenso dolor que intento acorralar en un acto inconsciente. Es la batalla contra la ausencia,  en una lucha triste y desigual que se libra en lo más profundo y misterioso de mi ser. La interminable guerra contra la aceptación de la propia muerte, y que curiosamente parece acabar con el singular premio de la vejez. Entonces brota una poderosa inspiración en la primavera de las ideas que me invade de amor; acierto a reconocer que el recuerdo será esa distancia cercana y maravillosa entre tú y yo. El recuerdo será la senda que transite para dar testimonio de tu vida y hacerte protagonista de la mía. Conseguir que tu ausencia se convierta en presencia,  convivir con el latido del recuerdo, parece la opción útil y la actitud que suma. 

En este rato que vivimos se mezclan las historias de multitud de personas en una secuencia sin fin. Mantener viva la memoria de nuestras gentes es la llama de nuestra identidad. En el pasado se encierra el conocimiento para construir el futuro, así como la clave para entender y dar sentido a nuestra historia y vida.  Por eso y por muchas otras razones es de justicia recordar algunos de nuestros momentos juntos, y contribuir así al latido de la memoria. En este acto que además de reflexión personal pretendo sea homenaje, reconocimiento, agradecimiento y orgullo de haberles conocido e intención de que sigan siendo “memoria viva”.

En la mayoría de ocasiones, la sucesión de recuerdos empieza al evocar una imagen concreta del pasado;  Martín dando vueltas a un puro cargado de significados. Nélida regando  y cantando a sus flores en un cálido día de verano con los higos tendidos al sol. Ramona sentada junto a un Loro osado. Cipriano olvidado de sus recuerdos. Dani maquinando en la identidad de la informática y siempre siendo espejo de la bondad. Mimina dándome un sabroso  caramelo de nata guardado en el interior de un viejo baúl. Mongo gritando “Envido”, Crisantos haciendo equilibrios en su moto. Diciendo: “Buenos días Chari” cuando  ella me creía ausente. Pepín en palabras interminables buscando la perpetuidad de cada encuentro. Tío Luis con su ropa de trabajar en los plátanos demostrando que la vida lenta da para mucho y para más. Maximino enseñándome a tocar una folía. Víctor con su voz emocionada visualizando sueños de agrupaciones. El Capote cargando un saquito con Papas. Karl Alfred en su expresión para siempre inmortalizada en mi libro “Más allá de la mirada”, Meme abanando su mano en el cruce de dos coches. Dios tejiendo una pandorga y contando historias de pescadores y excesos. Marina jaleando un gol del Tenerife. Aurelio chascando un  higo mientras ve caer la tarde. Olivia en la imagen más sencilla de sí misma: un verso, y así sucecivamente

Soy causa y consecuencia de las historias y vivencias junto a vosotros, soy parte de una cadena humana que se perpetúa en el tiempo, una cadena que pierde y gana eslabones constantemente y soy un eslabón que pretende ser memoria viva del siguiente.

Juan Jesús Aguiar Rodríguez

1 comentario:

Anónimo dijo...

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