En este día de todos los santos quiero dedicar estas palabras a los seres queridos que nos han ido dejando.
Grabo a fuego los recuerdos de tu última
imagen, justo en la accisa donde espacio, tiempo y dos personas nos vemos en
nuestro último encuentro sin saberlo, casi al final de los latidos. Es un
instante dotado de una trascendencia normalmente discreta en su presente, que cobrará
importancia tras el acto intenso de la muerte,
para ser evocado puntualmente durante
el resto de mis días. Tu memoria
asociada al eco de un tono y timbre de voz únicos, a tu aroma, a la presencia
de tu esencia en el ambiente. Pensar en tu inexistencia significa evocar
recuerdos de cuando eras. Me encierro en pensamientos metafísicos buscando una
esperanza que te lleve a otra realidad
tras el ocaso de esta vida finita, y tal vez “amén”. Brotan pensamientos que
remueven emociones en la ignorancia de sus consecuencias. Tu fallecimiento me
sumerge en la añoranza e impulsa al
navegar errante por el mar de la nostalgia, donde tejeré sonrisas con lágrimas,
y lucharé contra una resignación que se sabe aceptada.
Todo
el silencio se inunda por el eco de una voz que viaja por la bóveda de una
iglesia “si bien la distancia más cercana entre dos puntos es una línea recta, la
distancia más cercana entre dos personas es el recuerdo”.
En los
primeros instantes padezco la agridulce condena de recordar a los difuntos seres queridos con un inmenso dolor que intento acorralar en
un acto inconsciente. Es la batalla contra la ausencia, en una lucha triste y desigual que se libra en
lo más profundo y misterioso de mi ser. La interminable guerra contra la
aceptación de la propia muerte, y que curiosamente parece acabar con el singular
premio de la vejez. Entonces brota una poderosa inspiración en la primavera de
las ideas que me invade de amor; acierto a reconocer que el recuerdo será esa distancia cercana y maravillosa entre tú y yo.
El recuerdo será la senda que
transite para dar testimonio de tu vida y hacerte protagonista de la mía. Conseguir
que tu ausencia se convierta en presencia, convivir con el latido del recuerdo, parece la
opción útil y la actitud que suma.
En este rato
que vivimos se mezclan las historias de multitud de personas en una secuencia
sin fin. Mantener viva la memoria de
nuestras gentes es la llama de nuestra identidad. En el pasado se encierra el
conocimiento para construir el futuro, así como la clave para entender y dar
sentido a nuestra historia y vida. Por
eso y por muchas otras razones es de justicia recordar algunos de nuestros
momentos juntos, y contribuir así al latido de la memoria. En este acto que además de reflexión personal pretendo sea
homenaje, reconocimiento, agradecimiento y orgullo de haberles conocido e
intención de que sigan siendo “memoria viva”.
En la mayoría
de ocasiones, la sucesión de recuerdos empieza al evocar una imagen concreta
del pasado; Martín dando vueltas a un
puro cargado de significados. Nélida regando y cantando a sus flores en un cálido día de
verano con los higos tendidos al sol. Ramona sentada junto a un Loro osado. Cipriano
olvidado de sus recuerdos. Dani maquinando en la identidad de la informática y
siempre siendo espejo de la bondad. Mimina dándome un sabroso caramelo de nata guardado en el interior de un
viejo baúl. Mongo gritando “Envido”, Crisantos haciendo equilibrios en su moto.
Diciendo: “Buenos días Chari” cuando ella me creía ausente. Pepín en palabras
interminables buscando la perpetuidad de cada encuentro. Tío Luis con su ropa
de trabajar en los plátanos demostrando que la vida lenta da para mucho y para
más. Maximino enseñándome a tocar una folía. Víctor con su voz emocionada
visualizando sueños de agrupaciones. El Capote cargando un saquito con Papas.
Karl Alfred en su expresión para siempre inmortalizada en mi libro “Más allá de
la mirada”, Meme abanando su mano en el cruce de dos coches. Dios tejiendo una
pandorga y contando historias de pescadores y excesos. Marina jaleando un gol
del Tenerife. Aurelio chascando un higo
mientras ve caer la tarde. Olivia en la imagen más sencilla de sí misma: un
verso, y así sucecivamente
Soy causa y consecuencia
de las historias y vivencias junto a vosotros, soy parte de una cadena humana que
se perpetúa en el tiempo, una cadena que pierde y gana eslabones constantemente
y soy un eslabón que pretende ser memoria viva del siguiente.
Juan Jesús
Aguiar Rodríguez
1 comentario:
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